Souvenirs del Accidente
Souvenirs del Accidente
Las voces del desarraigo
Prólogo de J.A.Masoliver Ródenas
La escritura de Susana Medina no es autobiográfica y sin embargo la autobiografía es la que establece el nexo entre lo personal y lo generacional, entre lo individual y lo colectivo. Su perfil humano revela a una escritora pero sobre todo una escritura. La singularidad de una escritura. Que está marcada, como su vida, por el desarraigo. Podría decirse que hay un proceso que parte de la personalización para ir disolviéndose en la participación que a su vez regresa, ahora desolada y triunfante, a lo personal. Lo que explica su obsesivo girar en torno a una pluralidad de yos en "Cuentos Rojos". Esta disolución del yo no conduce necesariamente a un encuentro. Se tiene la sensación de que todo lo que nos narra (en su prosa y en sus poemas) son experiencias ya ocurridas, de las que no queda más que la voz de la narradora. Escuchamos una voz en un laberinto de huidas y de pérdidas.
Ello explica que en sus textos haya familiaridad (la empatía del lector con la escritura) y al mismo tiempo extrañeza. Extrañeza que nace de este vivir la pérdida como un presente hecho de imágenes y de palabras que sabemos han dejado de existir. Extrañeza también por la especial relación de Susana Medina con el mundo y la cultura de su tiempo, por la que siente simultáneamente fascinación y rechazo. Un desarraigo peculiar que no consiste tanto en no tener raíces como en tener raíces en distintos lugares. No en crear un espacio único, un centro que nos dé la ilusión de realidad y que inventamos para darle sosiego a nuestra existencia, sino distintos centros que expresen la necesidad de buscar una unidad que vaya más allá de los límites establecidos por la normalidad y la norma. Desarraigo y extrañeza significan aquí inconformismo y rechazo de la realidad convencional, este muro tras el que se oculta la verdadera e inquietante realidad.
La misma formación de Susana Medina expresa esta extrañeza: y la peculiaridad de su desarraigo. Nacida en Inglaterra, la infancia y la pubertad, tan presentes en su escritura, transcurren en Valencia. De nuevo en Londres, se licencia en Italiano y en Historia del Arte. Escribe indistintamente en inglés y en español y a su interés por el arte hay que añadir su acercamiento al cine. Alejada del mundo literario y de la urgencia por publicar, ha colaborado sin embargo en diversas revistas radicales, lo que no hace sino reflejar otro aspecto de Susana Medina: su rabiosa independencia.
Al desarraigo, la extrañeza y la independencia hay que añadir el desgarramiento. Hay en ella un claro rechazo del mundo contemporáneo y al mismo tiempo una fascinación suicida. Toda su escritura es una búsqueda de huellas y del significado de las huellas y una huida de las convenciones de la sociedad. No puede sorprendernos pues su conflictiva relación con las personas y su primitiva relación con las cosas, la atracción y el rechazo, la búsqueda y el desencuentro, la ascensión a lo univesal o planetario y la atracción por el abismo, todo en el ámbito del laberinto y del fetiche. La misma vida es, en Susana Medina, un espacio y en este espacio cobran vida las imágenes que una voz, una narración, recuperan desde el vacío de lo perdido o abandonado.
Estas obsesiones explican el carácter unitario de su escritura como un proyecto único e incesante, de ahí las continuas reelaboraciones de los distintos subtextos de un texto único que se puede manipular como las cartas de una baraja. Souvenirs del Accidente es un ejemplo clarísimo de esta simultaneidad incesante, de estas continuas sorpresas en un juego que sin embargo nos es o nos parece ser familiar. El libro es una reelaboración de textos en principio independientes escritos en etapas distintas como proyectos distintos, pero su encanto está precisamnente en lo que tiene de voz única que nos conduce por un laberinto oscuro y sin embargo bajo un cielo luminoso: la naturalidad expresiva, la voluntad narrativa, el humor, una audacia que rechaza el experimentalismo y un poso cultural que rechaza el culturalismo, todo da claridad a esta escritura.
Cada una de las partes del libro está concebida de una forma muy distinta y con una expresión muy distinta, una serie de obsesiones que conforman el coherente mundo de la voz narradora. “Souvenirs del Accidente” puede considerarse como el inicio de un largo prólogo que conduce a un epílogo. Son poemas en verso libre cuyo ritmo está marcado por las oscilaciones de los distintos registros, especialmentes el narrativo y el reflexivo, así como por una estructura que va dibujando o dando cuerpo a la voz del poema. Ya aquí Susana Medina se identifica con una tradición, la de los escritores “nirvana” de la década de los noventa que encuentran su mejor exponente en Ray Loriga y que se remonta a Mariano Antolín Rato para expresar una metafisica, una conciencia integradora que supere la tiranía de la razón normativa y de la ciencia desintegradora. A esta visión apocalíptica se añade el vacío y la soledad de la “protagonista`” ( si aceptamos estos textos como una narración). La violencia, el miedo, el vértigo ante lo inexplicable conducen a la locura y a la catástrofe pero también a la libertad.
Hay intensidad sentimental pero no aspavientos sentimentales. A este mundo lesionado Susana Medina opone el estímulo de la memoria, de los sueños y del ensueño, la aceptación de la fealdad, el acercamiento a las cosas y al cuerpo en una sugestiva sexualidad andrógina que expresa su rechazo de las convenciones. Su poesía está concebida como una metamorfosis, como un continuo proceso de transformación que se aleja de la realidad superficial para penetrar por los laberintos de la realidad más profunda. En este sentido, “La rosa alucinada” es un poema clave para entender la naturaleza de la alucinación y de la locura en un proceso doloroso y al mismo tiempo liberador. “Líos kamizake” viene a ser el epílogo en prosa y al mismo tiempo nos acerca al “Poema 66”. Las personas del verbo se disuelven en el encuentro de los cuerpos, en los ritos de la violencia, en la aceptación de la muerte y en la aspiración a ser leve como un suspiro. Un poema, además, erótico, en la medida en que la libertad sexual nos acerca al erotismo.
“Medinaciones”, en un juego de palabras que va más allá de la simple pirueta anecdótica, es una colección de aforismos donde, de nuevo, el caracter narrativo de la voz crea una sensación de desarrollo, es decir, de unidad, en una escritura que es, precisamente, la búsqueda de una unidad superior más allá de la violencia y la catástrofe. Aquí se hacen explícitos muchos de los planteamientos sugeridos en las dos partes o “libros” anteriores en torno a “el mal contemporáneo”, “la pátina del miedo”, “la aparencia de verdad”, la fuerza de la norma, los impulsos destructivos, creativos y utópicos, la intuición o la transmutación.
Lo que, a su vez, constituye un prólogo a “Poema 66”, donde la segunda parte o “Epílogos” equivale a una lectura o interpretación en prosa del largo poema dedicado a Lolita. Una interpretación que subraya el carácter ambiguo de un personaje de clara raíz autobiográfica contaminado por la resononancia del personaje de Nabokov. La educación sentimental de una muchacha de doce años se integra perfectamente al conjunto del libro y le da un tono más personal. Los versos (su medida, su desarrollo) surgen de las exigencias de la narración para convertirse en los peldaños de una escalera, en una espiral, en un felino, en una huida, en la evocación de intantes luminosos y dolorosos de la pubertad. Comparte, con los cuentos infantiles, lo maravilloso y lo siniestro. Donde hubo una rosa alucinada ahora hay “manzanas alucinadas”. Lolita/Susana vive la violencia del entorno familiar y la violencia de la sociedad en la década de los sesenta en una especie de crónica que se prolonga hasta el presente. Lolita es una muchacha lesionada por la violencia física, la violencia didáctica y la violencia psicológica y que sólo puede encontrar su salvación, su “ascensión” en el abismo.
Souvenirs del Accidente es un libro de una extraña lucidez, hecho de imágenes que aspiran a reconstruir un mundo y a crear un mundo en medio del caos. Un libro escrito en varias direcciones porque “para ser coherente el arte debería disparar en todas las direcciones”. Y que, sin embargo, más allá de la complejidad y de la riqueza de sugerencias, seduce por la originalidad de sus imágenes, por su humor, por su inconformismo en el que no hay nada gratuito y por la capacidad de dar voz y cuerpo a las experiencias personales y generacionales. Un libro insólito que, apenas iniciada su lectura, se defiende por sí mismo, sin necesidad de los torpes balcuceos de su presentador.
J.A.Masoliver Ródenas